Monday, October 10, 2005

EN LIMA, LA CIUDAD DE LOS REYES.

EN LIMA, LA CIUDAD DE LOS REYES.
Por Waldemar Verdugo Fuentes.

(Derecha) Balcones de Lima.


Nos despedimos de esta ciudadela sagrada de MachuPicchu y seguimos en nuestra ruta a Lima bajando la cordillera hasta Huancayo: finalmente decidimos realizar el traslado en un viaje aéreo de treinta minutos: en Cuzco hay líneas aéreas oficiales con conexiones a todo el mundo; son muy económicos los taxis-aéreos para trasladarse en Los Andes, pues son pequeñas compañías privadas, generalmente de mineros, agricultores o ganaderos de la zona, que ocupan sus aviones particulares para transportar turistas, a un precio notoriamente bajo.
Sin contratiempos bajamos las cordilleras del cóndor. Aterrizamos en una pista a orillas del pueblo de Huancayo, en circunstancias que jamás vimos desde el aire donde íbamos a bajar. Es la misma sensación que se tiene al aterrizar en el aeropuerto de Santiago de Chile, que surge de pronto entre las enormes alturas de Los Andes. Huancayo es la capital del departamento de Junín, y está situada sobre los 3271 metros sobre el nivel del mar, en pleno Valle del Mantaro y en la margen izquierda del río del mismo nombre. Durante el viaje, observando por el puro placer de ver a través de las ventanillas del pequeño aeroplano uno se encuentra con sorpresas como el color que toma la cordillera, que puede pasar del blanco profundo al rojo en una fracción de tiempo. Todo parece estar suspendido entre las cumbres, con cóndores mirándonos desde las rocas junto a nosotros, y caseríos que parecen vivir elevados en el mismo aire: es una experiencia fantástica. Es cierto que es posible llegar desde Cuzco a Lima en 70 minutos, pero no es lo mismo. Valen estas bifurcaciones de caminos que hay que cruzar para ver el atractivo valle de Jauja en la zona de Huancayo.
Una vez instalados en Huancayo con tres días para ver, nuestra primera salida comenzó con una visita a la Capilla de la Merced, considerada Monumento Histórico de Perú, por ser uno de los pocos vestigios de la colonia que se conserva en la zona. En su interior puede apreciarse una gran colección de pintura de la escuela cuzqueña. Subimos al Cerrito de la Libertad, un mirador natural desde donde se tiene una visión panorámica de la ciudad. Tiene un zoológico de sitio. A un kilómetro del Cerrito de la Libertad está Torre-Torre, un conjunto geológico de enormes torres de tierra arcillosa, moldeadas por acción del viento y de las lluvias. El Convento de Santa Rosa de Ocopa, a 25 kilómetros de la ciudad, fue construido en el siglo XVII con la misión de evangelizar a los pobladores de la amazonia. Su biblioteca tiene más de 25 mil volúmenes, guardando ejemplares que datan desde el siglo XV. También tiene un museo natural y una iglesia reconstruida en 1905 que conserva retablos esculpidos en madera. En la Feria dominical de Huancayo, que se ubica en la avenida Huancavelica, semana a semana se expenden productos artesanales, industriales y agropecuarios de los pueblos de esta área andina peruana. Se consiguen excepcionales tejidos de lana a muy bajo precio. Estuvimos en Ingenio, un bello lugar natural donde se encuentra el criadero de truchas y pueden degustarse al aire libre. Se pueden visitar también en las cercanías el Observatorio Geofísico de Huayao, a 17 kilómetros de Huancayo, que es un centro dedicado a registrar los movimientos sísmicos que se producen en la zona andina peruana. Y el Santuario de Warivilca, levantado durante el imperio Wari, en un tiempo impreciso. Guarda construcciones y el árbol sagrado del Molle. Tienen un museo en el sitio. En general llama la atención en los mercados y comercios un oficio que tuvo importancia durante la época colonial y hoy es famoso en Junín: el tallado de filigrana en plata, metal abundante en la zona que es una artesanía muy bella y no cara.
Al amanecer iniciamos la bajada a Lima desde la estación ferrocarrilera de Huancayo. Las filas para sacar billetes en el tren son muy ordenadas. En ellas hay una gran mezcla de nacionalidades: españoles, peruanos, indios andinos y turistas que hablan en las más diversas lenguas. Cinco coches pintados de color naranja y amarillo con diseños ingleses esperan junto a la plataforma. Al principio del tren hay un carrito que hace las veces de vagón de equipajes donde los viajeros confiados dejan sus pertenencias, en que se ven animales amarrados en sus patas, cajas de frutas y bultos. En la cabecera, una máquina Alco diesel se agita impaciente, y, en medio de la confusión, inesperadamente se oye la bocina de la locomotora, que con un largo pitido anuncia a las 7,40 horas la inminente salida a Lima.
La línea férrea del Ferrocarril Central que va desde Huancayo hasta la estación de Desamparados en Lima, en un viaje que dura todo el día, cruza más de 50 puentes y túneles y alcanza su punto más álgido al pasar por el túnel de Galera que, a 4781 metros sobre el nivel del mar anuncia Ticlio a 4818 metros, que es la estación de trenes más alta del planeta. Aquí se pueden observar, según anoté, 26 estaciones ferroviarias, 61 puentes, 67 túneles y 9 descensos en zig zag hasta dejar atrás el Valle del Mantaro. Entramos, el tren baja una pendiente de 4.5 por ciento, algo casi único en el mundo, a través de 19 “V” o zig-zag. El tren, como una carretera, debería poder dar la vuelta, pero como no puede negociar curvas cerradas, ya que tiene un radio de curvatura mínimo, la solución es que vaya haciendo como un zigzag, en vez de dar la vuelta, retrocede y sigue bajando en el otro sentido. Es decir, en un momento, la locomotora hala y en otro empuja los vagones, tal cual lo vimos subiendo hacia Cuzco por el ferrocarril del Sur. En general, los trenes que corren en estas líneas andinas son muy cómodos. Todos tienen una clase económica y un carro Pullman con confortables movibles, que permiten admirar el paisaje a ambos lados de la línea; hay también en ciertos recorridos un carro observatorio que se anexa cuyo recorrido se debe consultar, así como se recomienda consultar siempre los horarios porque en temporada de lluvias y cambio de estación los trenes pueden dejar de funcionar y adecuan sus horarios.
En el viaje por el Ferrocarril Central a Lima, nuestro encuentro con el músico tradicional Luis Henríquez se desprendió de una circunstancia conmovedora: en peligro de vida o muerte, debía realizarse una intervención quirúrgica que solamente en Lima era posible, y que lo traía complicado aunque nadie lo diría hablando con él, fuerte y animado siempre, uno de los hombres sabios de esos que hablan las tradiciones y que suelen cruzar los caminos y aparecerse sin que uno los busque. Porque el maestro Henríquez además de ser un intérprete de guitarra y cantar, ha investigado toda su vida la música tradicional “sagrada” peruana, “lo que no quiere decir que toda la música no sea sagrada. Lo que sucede con la canción peruana es que desde hace más de diez mil años se la ha utilizado para transmitir, además, la imagen y semejanza de nuestros sueños”, nos dice. Quizás nuestra juventud y entusiasmo de exploradores en Lima conmovió al anciano patriarca que hizo lo posible por trasladar a nuestro entendimiento la admiración que sentía por la cultura de su pueblo, conversando largamente con nosotros y permitiéndome tomar notas dictando si es necesario para que escribiera bien una palabra autóctona, y francamente cantando. Siempre apoyó su memoria y encontró respuesta a sus preguntas en la voluntariosa ayuda de su hijo que lo acompañaba, Luis Henríquez Segundo, tan enamorado de sus tradiciones como el viejo músico y, sin ninguna duda, heredero de su dinastía.

CANTOS Y RECITACIONES DE LOS ANDES PERUANOS.

Nos dice el maestro Luis Henríquez que son muy ricas las fiestas y conmemoraciones en especial en el departamento de Junín, en cuya capital, Huancayo, hemos abordado: “En cada distrito están organizadas por las Cofradías correspondientes. Las de Huancayo comienzan la primera semana de enero, cuando se celebra La Huanconada, una fiesta que parodia la justicia en el pueblo de Mito, en el valle del Mantaro. Al compás de huaynos, los asistentes y turistas bailan y recorren todo el pueblo. Los Carnavales de Junín son famosos en Los Andes por su concurrencia y fastuosidad. En cada distrito sus habitantes participan en el tumbamonte, que es un árbol de eucalipto de cuyas ramas cuelgan regalos. Se danza durante varios días. En algunos distritos cada barrio prepara a sus elencos que se enfrentan entre sí para demostrar quién baila mejor. En Semana Santa hay mucha devoción con misas y procesiones. En Tarma es todo un acontecimiento; el santuario del Señor de Muruhuay es muy concurrido y su imagen es sacada en procesión recorriendo la ciudad que ha sido plenamente alfombrada con tapices de flores. La primera semana de Mayo son las festividades por este Señor de Muruhuay, que se nombra como las Cruces de Mayo. Miles de creyentes católicos llegan para rendir su homenaje. Hay misa cantada en quechua y procesión acompañada por bailarines y pandillas de Chonguinadas. El 24 de julio, en todos los pueblos del valle de Mantaro se celebra la Fiesta de Santiago, en homenaje el santo patrón. Todos gozan del baile de Santiago, canciones, comidas y bebidas durante 2 días. El 8 de setiembre se celebra a la Virgen de Cocharcas, en el distrito de Sapallanga, que es una festividad religiosa que dura una semana. En Orcotuna hay corridas de toros con la presencia de toreros limeños; también han corrido toreros mexicanos y españoles. Para beber existe la chicha de jora y el "calientito" para el frío, que ahora le ofrezco” -nos dice, y bebemos aguardiente de la zona mezclado con té negro, que es muy rico y también popular en algunas zonas de Chile, donde el aguardiente siempre se reemplaza por Pisco chileno. Todos acordamos en que es la bebida ideal en cualquier viaje a través de Los Andes. Aquí en Perú el “calientito”, nos dice el maestro Henríquez, también se puede preparar con té verde. En Perú, al igual que en Chile, raramente se prepara esta bebida con café. Los Henríquez cantaron muchas horas para nosotros que parecieron apenas instantes por el universo sin tiempo al que nos introducían. La profunda voz del maestro Henríquez a ratos parecía que era calcada por los montes cordilleranos. Su bagaje son letras y canciones coleccionadas por el maestro Henríquez desde medio siglo atrás. Pudimos compulsar su memoria en el transcurso de la marcha. Nos dice que estuvo siempre cercano a la Iglesia, aprendió a tocar guitarra cuando participaba en las ceremonias como “niño del coro de la iglesia católica”, después se hizo “asistente de música”. Siempre ha mantenido su ligazón con el núcleo católico local, habiendo contribuido con su música “en la construcción de casa parroquial, mobiliario y techo del templo”. Otra labor que “lo hace a uno sentir orgulloso” son sus tres hijos: “dos maestras de escuela y el Henríquez Segundo”, músico como él. Su ocupación central ha estado centrada en las propias festividades de su pueblo, “en las que he intentado, nada más, conservar la tradición de nuestros mayores. Por eso sabemos de canciones antiguas y músicas que acompañan las danzas, ceremonias y expresiones festivas, de acatamiento e incluso rebeldía de los hombres andinos a sus dioses”. No ha sido tarea fácil la de los Henríquez: la Cofradía Canto del Inca, formada por este maestro requirió superar pruebas; los presuntos actores, danzantes y músicos, en su inmensa mayoría analfabetos, habían reproducido hasta entonces una tradición oral en ciertas fechas marcadas que estaba integrada a la vida comunal; lo que él hizo primero, allá por 1924 cuando el cura lo nombró, fue pedirles que memorizaran y repitieran canciones que estaban escritas en la memoria del pueblo, y las aprendió él mismo, y les pidió que memorizaran y aprendieran canciones que estaban en los códices rescatados, que se ciñeran a un guión establecido a cada fiesta encargada a la Cofradía, y muchas otras cosas, es decir, que asumiesen el comportamiento de lo que él entendía como un conjunto teatral moderno, que él mismo había visto en sus viajes a Lima en sus coliseos, y donde llevó a su hijo en la primera visita juntos a la capital: “creo que desde entonces el Henríquez Segundo se interesó por la Cofradía, desde niño se hizo mi caporal más fiel. Ahora las fiestas dan trabajo a mucha gente y son un vehículo de expresión genuino del pueblo”, nos dice, y agrega: “un vehículo que debe ser mejor guiado por las autoridades. En general en Perú tenemos poco respeto por nuestras fiestas tradicionales, que son un fuerte foco de atracción para los turistas, y, por lo tanto, una fuente importante de ingresos para la localidad. En nuestros pueblos andinos, las fiestas son plenas de riqueza histórica, pero están muriendo por la falta de recursos, porque es muy difícil para un campesino gastar en un traje de fiesta o en una guitarra pues con duras penas gana para alimentarse. Yo pude comprar mi casa luego de una larga experiencia como administrador de una empresa comercial, y mis hijos tienen la suya porque se las heredó su madre. Tengo más de setenta años y le puedo decir que un músico casi no puede sobrevivir ahora en nuestro pueblo”.
No son los Henríquez una situación excepcional en las provincias peruanas. Estamos seguros que cada pueblo de los Andes cuenta varios de estos sabios locales que logran sintetizar en su trabajo y rescatar aspectos centrales del alma popular andina. Marginados del régimen formalizado de la educación, se nutren también de los aspectos de ella que alcanzan a llegar a sus manos. Actúan así como traductores culturales que reprocesan conocimientos. Nos dice el maestro Henríquez: “El trabajo de organizar las fiestas, conocer sus danzas, rescatar versos y canciones es un ejercicio registrado desde las crónicas incaicas más tempranas. En algunas letras que se han conservado en las fiestas impacta el aliento imperial de quienes animaban a las tropas cuzqueñas en el avance que extendió los límites del Inca:

"Beberemos con la calavera del enemigo,
nos pondremos por collares sus dientes,
tocaremos la flauta con sus huesos,
el tambor con su pellejo y así bailaremos."
“Claro que la arrogancia Inca que transmiten las líneas anteriores no siempre pudo ser ejercida sobre los reinos o confederaciones de rango similar, como ocurrió en Chile, donde se limitaron a realizar uniones con los poderes reinantes y celebrar estrategias comunes. Hubo estas ocasiones en las que un convenio pudo evitar una confrontación dudosa. De los versos que siguen se desprende lo que parece ser un pedido de alianza de uno de los poderosos reinos lacustres del altiplano cuya relación con los Incas hizo posible una cierta autonomía:

"Tú el poderoso del Cuzco
yo el poderoso del Collao
bebamos,
comamos,
y convengamos
que ninguno de nosotros padezca.
Yo aferrado a la plata
Tú aferrado al oro;
Tú adorador de Huiracocha
el conservador del mundo.
Yo el adorador del Sol."

“En una fiesta son comunes las llamadas Recitaciones de Adoración. Una muy popular es la siguiente:

"Oh, Huiracocha, Huiracocha del principio del Mundo. Hacedor perfecto. El que crea. El que provee. Al hombre que colocaste y creaste en este mundo bajo, diciendo "que coma, que beba", la comida lo haga proliferar. La papa, el maíz y todo género de comestibles los tenga. Y acrecienta para que no padezca y no padeciéndola crea en Ti. A cumplir lo ofrecido. Que no se hiele, que no se haga daño. En paz consérvalo."

Sigue el maestro Luis Henríquez: “En el material que hemos rescatado, debemos destacar lo que parece ser el tema fundamental en la producción de los escritores poshispánicos: la nostalgia del Tahuantinsuyo, y un lamento de la condición en que ha quedado la nación indígena, cuidándose en general de no criticar la administración colonial. Pero de la que espera salir cuando el Inca cumpla con su largamente anunciada promesa de retorno, que generalmente termina con la letanía "Ven a vivir con nosotros". Por supuesto, nuestro rescate esencial es a través de la tradición oral; contrariamente a las canciones que quedaron en Códices y Crónicas escritas, que es el producto individual de un esfuerzo de creación literaria; la tradición oral es el resultado de una función colectiva y anónima. No pertenece a tal o cual autor, ni siquiera a quienes la transmiten, sino a comunidades, a pueblos enteros que a lo largo del tiempo han ido decantándola. En el pensamiento quechua-inca-andino, la tradición oral está constituida especialmente por mitos y leyendas, y configura el universo simbólico andino. Aquí es una tradición viva, y los cuentos, leyendas, mitos y relatos de la antigüedad se siguen transmitiendo de padres a hijos, principalmente en los idiomas nativos: Quechua y Aymara”.
Nos dice Henríquez Segundo: “Uno de los cuentos más arraigados en el mundo andino es el Mito de Inkari. La leyenda cuenta que cuando el último Inca fue ejecutado por los españoles, los miembros arrancados de su cuerpo fueron sepultados en diferentes zonas del Perú. Así, por ejemplo, la cabeza del Inca yace enterrada bajo el Palacio de Gobierno en Lima, sus extremidades superiores en Waqaypata o Plaza del Llanto en Cuzco, y sus extremidades inferiores en Ayacucho. Un día, cuando los miembros fragmentados del Inca se fusionen nuevamente a su cuerpo; es decir, cuando la cabeza se junte con las manos y los pies, entonces el Inca volverá resucitado y habrá terminado para siempre el sistema opresor. Otro muy popular es el “Yawar Mayu” o “Río de sangre”: Dicen que al morir, nuestra alma emprende un largo camino hacia el más allá. Cuando ha recorrido grandes distancias, y ya cerca del límite entre el cielo y el infierno, el alma llega penosamente al río de sangre o Yawar Mayu que es custodiado por unos perros negros. Frente al río, nuestra alma llora desconsoladamente porque no puede atravesarlo de un lado al otro. Entonces pide ayuda a los perros negros que recostados en la playa del río, conversan sobre los pecados y los excesos cometidos en vida por los hombres. "He caminado sin fin por senderos de lodo y mierda. Por favor ayúdame a cruzar el río" le pide a uno de los perros y este, con lástima, le conduce hasta la otra orilla cargándole en su lomo. Esto ocurre cuando el hombre fue bueno en vida. Si ha sido malo, perverso, los perros -que saben todo- se niegan a prestarle ayuda, y entonces el alma se queda a deambular para siempre”.
Una de las canciones más populares andinas es El Cóndor Pasa, de la cual conocemos innumerables versiones musicalizadas. En lengua Quechua, de acuerdo al maestro Henríquez, los primeros versos son los siguientes (versión en español de Luis Henríquez Segundo):

“Yau kuntur llaqtay orgopy tiyaq
Maymantam gawamuhuakchianqui, kuntur kuntur
Apayllahuay llaqtanchikman, wasinchikman chay chiri orgupy,
Kutiytam munany kuntur kuntur”.
Fuga.
“Kuzco llaqtapyn plazachallampyn suyaykamullaway,
Machupicchupy Huaynapicchupy purikunanchiqpaq”.
(En Español)
Oh majestuoso Cóndor de los andes,
llévame, a mi hogar, en los Andes, Oh Cóndor.
Quiero volver a mi tierra querida y vivir con mis hermanos incas,
que es lo que más añoro oh Cóndor.
Fuga.
Espérame en Cuzco, en la plaza principal,
para que vayamos a pasearnos a Machu-Picchu y Huayna-Picchu.

EN LIMA, LA CIUDAD DE LOS REYES
La Estación de Ferrocarriles Desamparados de Lima fue construida por el arquitecto Rafael Marquina en 1912. En el siglo XVII los predios pertenecían a la orden de los jesuitas. Los terrenos fueron adquiridos por el Estado peruano para el ferrocarril en 1869. El edificio de la primera estación del ferrocarril central se construyó en 1870. Destinada a servir como lugar de llegada y partida de los trenes que iban y venían del centro del país, la Estación de Desamparados fue desde 1912 uno de los principales puntos de acceso a Lima: se encuentra detrás del Palacio Presidencial; situada al final de la calle Pescadería, sus vecinos son el edificio de Palacio de Gobierno y el legendario bar Cordano. El río Rímac resguarda detrás, casi silente, las vías. Su fachada, presidida por un enorme reloj, tiene el aire inconfundible del estilo colonial español. En la década de 1980, cuando llegué a la Estación, es cierto, necesitaba con urgencia ayuda merecida. Debo decir que en 2003, luego de un tiempo de indiferencia que la llevó incluso a suspender el tramo Lima-Huancayo, pasó a ser uno de los principales centros de difusión de la cultura peruana. Al igual que lo realizado en Santiago con la Estación Mapocho de Ferrocarriles de Chile, en Lima, se la nombró Estación Cultural de Desamparados, con un proyecto inicial de instalar una exposición al año dedicada temáticamente a una cultura oriunda del Perú. Otro objetivo es que esta Estación cultural se convierta en otro atractivo del circuito turístico ya delineado en el Centro Histórico de Lima, en donde figuran la Catedral, la Alameda Chabuca Granda, la iglesia y convento de San Francisco y el Parque de la Muralla, todavía en construcción en la ribera del río Rímac.
Nos dice la maestra Lucy de Canto, del Centro Histórico de la Ciudad: “Con la llegada de los conquistadores españoles a Lima, los dominios incaicos experimentan una transformación radical. Los templos erigidos en honor al Sol son sustituidos por iglesias católicas; los palacios del Inca son destruidos y sobre sus ruinas se erigen suntuosas mansiones señoriales. Las creencias, las costumbres, la legislación, el sistema social de los vencedores les es impuesto rápidamente, a menudo por la fuerza, a los vencidos. La Plaza de Armas fue otrora Huaccapyta, centro litúrgico del Imperio Inca, en el que se celebraban todas las ceremonias y fiestas importantes; concebida, según la tradición, por Manco Cápac, estuvo rodeada por los que fueron algunos de los famosos edificios del Imperio, como el Quishuarcancha (palacio de Viracocha), en los terrenos que hoy ocupa la Catedral. Edificada sobre un antiguo palacio Inca, el Amarucancha, se encuentra la iglesia de la Compañía de Jesús, cuya fachada está considerada como uno de los más bellos exponentes del barroco en América. También el Convento de Santo Domingo se eleva sobre las ruinas de otro famoso palacio, el de Coricancha, donde estaba el legendario Templo del Sol”.
El 18 de enero de 1535 los conquistadores españoles del Perú fundaron la ciudad de Lima, atendiendo a la necesidad de disponer de una población que por su situación central entre los sitios colonizados ya en esa época, permitiera dirigir el gobierno de las dilatadas zonas conquistadas por España, desde los límites de la actual Colombia hasta los de la hoy República Argentina. La importancia de la ciudad de Lima, que comenzó por ser la capital del Virreinato del Perú y que es hoy la capital de la República, ha sido enorme y sin comparación en la vida de América durante los cuatro siglos de la dominación española. Fue la única ciudad importante de Indias, como se denominaba entonces a los territorios españoles en Sudamérica. En su momento, Lima monopolizó el comercio con España y fue el mercado de abastecimiento para toda América del Sur. Las grandes fortunas de oro que se explotaban permitieron que la vida se deslizara con gran riqueza. Nos dice la maestra Lucy: “La Universidad de San Marcos, la primera que se fundó en América, fue el centro de cultura de todos los americanos y se equiparaba por su fama a las de Europa. Las mansiones particulares atesoraron valiosísimas obras de arte en muebles y pinturas, de las que hasta la fecha se conservan espléndidas muestras en los museos y en algunos domicilios de descendientes de la antigua nobleza. Especialmente en los templos, porque Lima se ha distinguido siempre por el fervor católico de sus habitantes. Aún después de la Independencia de España y la constitución de la República del Perú, Lima era una gran urbe cuando otras grandes capitales actuales eran embriones de ciudad”.
Otro motivo para la admiración del viajero es la fuerte personalidad en flora y fauna de esta ciudad, parques públicos y casas del centro de Lima, veo cactus, magueyes, árbol del caucho, de la quinina y la palmera carnauba, de tan múltiples usos que Humboldt la llamó el “árbol de la vida”. Lima es bonita y española. En la capital peruana destacan elegantes teatros y salas de cine y un comercio floreciente. Llegó a ser la capital de la frivolidad del siglo XVIII, en la que, a pesar de los frailes, las mujeres tapadas con gran elegancia, tras de sus abanicos y celosías, jugaban con los españoles o criollos, al juego eterno alegre del amor. Entrar en Lima, la ciudad de los Reyes, es dar un salto en el tiempo para volver a épocas monaguescas. Desde el primer momento, la sensación que embarga al viajero es la de enfrentarse con la quintaesencia de todo lo que se puede encontrar en el resto del legendario Perú. Es sin duda una ciudad de encanto y misterio, donde el pasado se mantiene vivo en sus casonas antiguas y las numerosas iglesias y palacios que, como verdaderos cofres, encierran incalculables tesoros del arte religioso colonial: retablos e imágenes recubiertos en oro y plata, y los cuadros de la singular "escuela cuzqueña" se exponen para deleite del visitante. De la fusión de las dos culturas -española e incaica- surgió un estilo muy particular de arquitectura, pero, también en Lima, como toda ciudad que vive en el presente, los modernos hoteles, las autopistas y las zonas residenciales y elegantes, marcan el contraste.
De la antigua Lima quedan aún interesantes monumentos como la Catedral, en la que se conserva en una urna de cristal el cuerpo de Francisco Pizarro, Conquistador del Perú, y en una de sus paredes marco macabro para un lienzo de Millares: la Inquisición, siniestra, pero con carácter. Se deben ver las iglesias de San Marcelo, Magdalena Vieja y San Francisco; casonas señoriales, como el Palacio de Torre Tagle, donde funciona el Ministerio de Relaciones Exteriores, la Quinta de Presa que tiene cierta reminiscencia versallesca y estas residencias de viejas familias que conservan rico mobiliario y artístico menaje donde suelen recibir con visitas guiadas, a muy módicos precios.
Cuenta Lima, además de la Universidad Mayor de San Marcos, con importantes centros de cultura como la Biblioteca Nacional, el Archivo y sobre todo los grandes museos. Así como una constelación de bellos balnearios como La Punta, San Miguel, Barranco, Chorrillos, Ancón, entre los que se destaca como ciudad-jardín Miraflores, centro de residencias modernas. Con un poco de suerte, habrá corrida de toros en la Plaza de Acho, tan renombrada como las de las Ventas o la Maestranza; si no, siempre se puede sacar entrada para las peleas de gallos, que para uno que viene de Chile, donde se prohíben las peleas de animales, son toda una novedad. La noche limeña tiene un sabor especial, hemos visto en un club cantar a la artista Alicia Maguiña, con toda la gracia, desplante y calidez de una voz única, y fue una velada magnífica. Una mañana recorrimos sus librerías, emparentadas con las librerías de los otros países sudamericanos que son verdaderas custodias de la historia escrita que brota cada día en nuestra región: entre los libros trajimos uno de mi amiga Cecilia Bustamante, Premio Nacional de Poesía de Perú y una de las voces femeninas luchadoras señeras de su generación americana.
Estando en esta singular Lima, fusión de tiempos y de razas, nos preguntamos si podríamos pretender tener una visión por lo menos parcial y ordenada de las históricas culturas de este país milenario, y por cierto dudamos, pero debemos decir que es posible en Lima conocer mucho del pasado y presente peruanos recorriendo sus famosos museos, de los mejores de América. Quince de ellos, los más importantes sin contar los particulares, exhiben las colecciones de cerámicas, tejidos, obras pictóricas, joyas en oro, plata, turquesas y todos los utensilios de las culturas que florecieron en el Antiguo Imperio, desde la Vicus a la Inca, pasando por la Paracas, la Mochica y la Nazca. Vimos museos como el de Arte, Antropológico y Arqueológico, de la República, de la Cultura, del Pan de Azúcar, Virreinal, de Arte Italiano, de Historia Militar, y el Museo Larco Herrera, donde se preserva una colección singular de piezas arqueológicas incásicas, que incluyen su colección de objetos de connotación sexual.
El Museo Arqueológico Rafael Larco Herrera es único. Ubicado en una bellísima casa colonial, rodeada de un verde y frondoso parque, construida hace unos 300 años, es uno de los que encierra piezas singulares y casi desconocidas del arte precolombino. Atravesando las magníficas rejas de acceso, descubrimos en el patio principal y colocada en su centro, una gran piedra tallada en forma de falo. Las habitaciones que lo rodean están repletas de momias y tapices. Pero también hay cerámica, textiles, orfebrería, joyas, ídolos... es una enorme colección que reúne muestras de todas las culturas que florecieron desde la época de la pre-cerámica hasta la conquista española, una sala especial guarda, plasmadas en los más increíbles huacos, las costumbres eróticas de los primitivos habitantes peruanos. Los arqueólogos del país llaman "huaco" a las vasijas y cántaros pertenecientes a las culturas precolombinas, trabajados en barro de las más diversas formas y tamaños. Estos recipientes, algunos de los cuales presentan en su superficie bellísimos dibujos policromados, eran los utilizados en la vida doméstica por el hombre de estas tierras antes de que llegaran los españoles. En ellos se cocinaba, se guardaba el agua, las semillas y los distintos potajes. Algunos aparecen con formas que semejan botellas, otros panzones y con asas, otros más imitando pájaros, felinos o seres humanos o dioses antropomorfos y, en todos ellos vemos claramente expresada la habilidad artística del hombre que desarrolló una vasta cultura sin contacto con el europeo. Y si estos seres, tan imaginativos y creadores, artistas geniales, intentaron dejar plasmadas en la cerámica su forma de vida y concepción del mundo, no puede faltar en ella por tanto, su particular idea acerca del sexo. Bajando por una pequeña escalera exterior hacia la planta baja encontramos la diminuta puerta de acceso a la sala especial de los huacos eróticos. Un cartel colocado sobre ella nos advierte "Prohibida la entrada a menores de 18 años". Y el guardián muy atento nos observa para evitar que, subrepticiamente intentemos introducir la cámara fotográfica, que en eso son muy estrictos: está prohibido filmar o fotografíar. Traspuesto ese umbral, podemos comenzar el viaje al mundo fantasioso del erotismo prehispánico. En una placa de identificación escriben los arqueólogos que en sus "búsquedas y excavaciones por el Perú los huacos eróticos siempre se han hecho presentes” y se animan a afirmar que éstos son los más antiguos del mundo. Plasmada en estas piezas está la rica imaginación que para estas prácticas desarrollaron las culturas primitivas. Al respecto, el insigne investigador de estos temas, Larco Herrera, sostiene: "desde muy temprano se desbordaron en sus relaciones sexuales". Y parece que supieron tomar el sexo con humor, pues los vasos humorísticos son los que más abundan: miembros viriles desmesurados, vaginas inmensas que cubren todo el recipiente, posiciones sofisticadas; vasijas cuyo mango es un falo, o donde la forma es la de los testículos y del que se bebe por el miembro. Se ven representadas las diversas posiciones sexuales famosas que circulan en impresos antiguos de las culturas Hindú y de China: lo singular es que acá son utilizados para la representación los utensilios diarios del hombre, en cuyas formas no faltan las formas de animales domésticos durante el apareamiento o la hermafrodita realizando el acto amatorio per anum, y las prácticas contra natura, que están expuestas con todo detalle. Este singular museo está en la Avenida Bolívar 1515, Puerto Libre. Sus horarios son de lunes a sábado de 9 a 13 y de 15 a l8 horas.
En el sur de América el verano es de diciembre a marzo, pero en Lima, la temperatura es agradable durante todo el año. Varía entre los 14 grados (mes más frío) y 24 grados (mes más cálido). Esto permite que en cualquier temporada puede disfrutarse del "circuito de playas" que rodean la ciudad, como uno más de sus atractivos. Si bien cada mes tiene sus propias festividades, sin duda octubre es el más importante para los limeños. Está dedicado al Señor de los Milagros, el patrono de la ciudad: una multitudinaria procesión acompaña durante una semana al Cristo milagroso, cuya tradición arranca del año 1650. Octubre también es el mes de la temporada de toros.
Por supuesto que es imposible en una breve visión narrar todo lo que es posible encontrar en las cercanías de Lima para visitar, sin embargo debo aquí anotar que hemos ido a ver las esculturas pétreas en la meseta de Marcahuasi, a cuatro mil metros de altura y ochenta kilómetros de Lima, que es una zona de misterios de la Humanidad. Son impresionantes rocas que semejan gigantescas esculturas labradas en la montaña mirando a los pocos viajeros que logran llegar hasta ellas. Perfiles humanos, figuras de animales inexistentes en la región y siluetas de extraños personajes, semejantes a astronautas o dioses mitológicos, que aparecen esculpidos en las rocas o reflejados en fenomenales juegos de luz y sombra según las diferentes horas del día. ¿Qué significan estas extrañas conformaciones rocosas? ¿Son sólo un juego de cataclismos y devastadores vientos que casualmente les han dado esas formas? ¿Son símbolos dejados hace milenios por antiquísimas civilizaciones que no alcanzamos a descifrar? Las interrogantes ponen a prueba la imaginación de cada uno, ya que hasta el momento no se ha obtenido ninguna clave científica de su origen. Pero el misterio existe. Están ahí, a tres horas del pueblo más cercano, San Pedro de Casta, subiendo por un escarpado sendero, única ruta para llegar. Una de las hipótesis más difundidas acerca del origen de las ciclópeas figuras es la del escritor peruano Daniel Ruzo, a quien conocimos en Tepoztlán, México, donde se pueden observar también semejantes esculturas ciclópeas. El afirma: “Las figuras de Marcahuasi fueron construidas hace 86 siglos por una desaparecida civilización y señalan el plano secreto de la entrada a las gigantescas cavernas donde fue salvada la semilla humana al producirse el diluvio universal. En esas mismas cavernas deberá protegerse nuevamente el hombre cuando, el año 2137, un terrible cataclismo destruya la Humanidad actual, como está escrito en los libros sagrados”.
El profesor Daniel Ruzo plantea además que en nuestro planeta existen en total siete montañas sagradas que, al igual que Marcahuasi y Tepoztlán, guardan el secreto de sus respectivas cavernas que llevan al Reino Interior oculto a todos los hombres, hasta ese año futuro en que acogerán a nuestra civilización destruida. Otra explicación postula que las gigantescas esculturas de piedra fueron construidas hace muchos milenios por los atlantes, cuando el hundimiento del continente perdido era un hecho inminente. Sin embargo, un gran terremoto destruyó también la colonia atlante de Marcahuasi, dejando en pie sólo las más grandes esculturas y borrando todos los demás vestigios de la legendaria Atlántida. A la hipótesis anterior se suma la sustentada por el grupo de estudios extraterrestres “Rama” y otros varios grupos esotéricos. Ellos plantean que las esculturas de piedra de esta meseta sudamericana constituyen mensajes dejados allí por visitantes extraterrestres en una época remota y cuyos contenidos esperan aún ser revelados. Como prueba exponen innumerables gráficos antiguos y modernos, grabados, dibujos, fotos, videos, en que se ven extrañas luces “entrando y saliendo” de la zona de Marcahuasi, así como algunas de estas luces “aterrizadas” sobre las mismas esculturas. Un caso especialmente documentado ocurrió en la década de 1980 y fue difundido ampliamente por la prensa peruana e internacional. En la revista peruana "Oiga", entonces, se publicó la foto tomada en un paraje de Marcahuasi por una estudiante. En ella se aprecia, en lo alto de una gran roca, lo que pareciera un extraño ser humanoide, con el brazo derecho levantado a modo de saludo. Sin embargo, lo misterioso es que la joven no vio a nadie sobre la roca en el momento de tomar la fotografía, y sólo se percató de la presencia del extraño al revelarla. El ingeniero Jorge Coloma de Las Casas, director general de la Comisión Nacional de Investigación y Desarrollo Aeroespacial del Perú, analizó los negativos y comprobó su autenticidad, constatando la imposibilidad de un trucaje. Hoy el caso es clásico en la ufología internacional. De todas las esculturas, la más impresionante es la que Ruzo llama "Monumento a la Humanidad" y que es conocida en la región como "La Cabeza del Inca". Es una roca de 25 metros por lado en que pueden observarse los perfiles y rostros, de acuerdo al punto de vista y la posición del sol, de decenas de diferentes tipos de personas, representando a las razas que pueblan la Tierra: lo hicimos en el sitio y lo comprobamos.
"Se trata -dice el profesor Ruzo- de un monumento a la Humanidad, erigido por una civilización superior a nosotros que hace miles de años sabía la existencia de todas las razas que pueblan nuestro planeta: cualquiera puede ver inmediatamente según la hora del día, cabezas humanas de razas diferentes. Sus escultores tenían conocimientos insospechados y dejaron su marca en la roca natural en tiempos tan antiguos que su recuerdo ha sido olvidado". Nosotros al respecto sólo anotaremos aquí que lo realmente fantástico es que un monumento pétreo tan singular fuera realizado por artesanos comunes y corrientes. Declarado por la UNESCO como Patrimonio Cultural de la Humanidad, el centro histórico de Lima, hoy se esfuerza en recuperar el esplendor que tuviera antaño, a pesar que ya ha habido un avance en ese sentido en los últimos años. Evidentemente no se puede esperar que vuelva a ser el centro que una vez fuera el más importante, grande y ostentoso de Sudamérica, pero sí adaptarlo a las nuevas necesidades de hoy en el comienzo del nuevo milenio. Permítaseme recordar para finalizar este apunte de viaje el óleo en tela “La Plaza Mayor de Lima” (1843), una de las obras maestras del pintor Mauricio Rugendas. Muestra el lugar de encuentro obligado tanto de los forasteros como de los limeños que convergen allí para comentar los sucesos del día. Se trata de una escena de gran movimiento y de muchos personajes distintivos de diversas clases sociales. Participan damas de alta alcurnia, acompañadas de sus maridos, hombres elegantes de levita y chistera, esclavos, algunos sacerdotes, militares y hombres del pueblo con sus ponchos y sombreros de paja. Discretamente, Rugendas se autorretrata hacia la izquierda tomando del brazo al joven uniformado en rojo y azul. A la izquierda de Rugendas aparece un vendedor de lotería con alto sombrero de copa beige y que anota en su libreta los números de los billetes. También se destaca la mirada coqueta de la mujer tapada de manto verde que observa al caballero de levita y chistera gris que está más a su derecha. En un detalle que es un verdadero testimonio cultural de su trabajo, Rugendas pinta sobre la arcada de la izquierda, bajo el balcón verde, el afiche que anuncia la función de la ópera Romeo y Julieta de Bellini que representaba en 1843 la Compañía lírica italiana. Se destacan al fondo del cuadro las fachadas de la catedral y de la capilla del Sagrario que enmarcan la escena, que rescata una calidez de la ciudad de Lima que es imposible no sentir para quien la visita alguna vez. Porque Lima es muy amable, cordial y educada.


© Waldemar Verdugo Fuentes
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